Hablar vs. Comunicarse con Nuestros Pequeños
- Nurphy Nannies
- Oct 7, 2024
- 5 min read
Desde el momento en que nacemos, comenzamos a aprender el arte de la comunicación. Pero, ¿realmente nos comunicamos o simplemente hablamos? Puede que te preguntes si hay alguna diferencia, y la respuesta es sí, existe una diferencia significativa. Hablar es simplemente el acto de emitir palabras, mientras que comunicarse implica un intercambio significativo de ideas, emociones y pensamientos. Este matiz es crucial cuando interactuamos con nuestros hijos, ya que no se trata solo de hablarles, sino de lograr una conexión que apoye su desarrollo emocional y cognitivo.
La gran pregunta es: ¿cómo podemos comunicarnos de manera efectiva con ellos? A continuación, te ofrecemos algunos consejos prácticos que puedes aplicar en tu vida diaria para comunicarte, en lugar de simplemente hablar, con tus hijos.
No sobre-expliques lo que quieres decir: Cuando hablamos, a menudo tendemos a proporcionar demasiados detalles, lo que puede hacer que el mensaje sea confuso para un niño. La mejor manera de comunicarse con ellos es haciendo preguntas simples que guíen la conversación hacia el objetivo deseado. En lugar de explicar repetidamente por qué es importante cepillarse los dientes, intenta preguntar: "¿Por qué crees que es importante cepillarse los dientes?" Este tipo de pregunta no solo les ayuda a entender el mensaje, sino que también fomenta la interacción activa.
Este enfoque no se limita a las actividades cotidianas; por ejemplo, si tu hijo te pide un juguete que no puedes comprar, en lugar de ofrecer explicaciones largas, podrías hacer preguntas como: "¿Crees que necesitamos otro coche de juguete cuando ya tienes uno que te encanta?" o "¿Qué podrías hacer con el dinero que ahorraríamos si no compramos este juguete?" Esto les ayuda a reflexionar y a comprender mejor la situación. De esta manera, en lugar de sentir frustración o rechazo, los niños se involucran en el proceso de toma de decisiones, lo que promueve una comunicación más fluida y respetuosa.
No des órdenes: Una de las situaciones más comunes es sentirnos con el poder de decirle a nuestros hijos qué hacer: “Es hora de ir a la cama”, “Cepíllate los dientes” o “Recoge tus juguetes”. Sin embargo, dar órdenes de esta manera puede generar resistencia, especialmente cuando se trata de cambiar una actividad que disfrutan, como jugar, por una que no les gusta tanto, como recoger sus juguetes. En lugar de dar órdenes, intenta comunicarte guiando: “Sé que no te gusta recoger tus juguetes, pero ¿qué tal si lo hacemos juntos? ¿Por dónde te gustaría empezar?” Este cambio de enfoque no solo alivia la tensión de la situación, sino que también enseña con el ejemplo y les da espacio para expresar sus sentimientos.
No los satures con charlas: Los niños procesan mejor un lenguaje simple y directo. ¿Si extendemos nuestras explicaciones y añadimos frases como “Te lo he dicho mil veces”, es probable que el niño comience a desconectarse y se sienta rechazado por nuestras palabras. Con el tiempo, esto puede volverse constante y, durante la adolescencia, podríamos escuchar frases como “Mamá, ya me lo has dicho”. En lugar de dar largos discursos o sermonear, trata de comunicarte de manera clara y directa, ofreciendo opciones: “¿Cómo podemos hacer esto de manera diferente?” o “¿Cómo te gustaría hacerlo?”. Este tipo de comunicación no solo fomenta una respuesta activa de tu hijo, sino que también crea un espacio donde se sienten escuchados y valorados.
Evitar sobrecargar a los niños con monólogos largos ayuda a que reciban el mensaje de manera más dispuesta. Además, reduce la fatiga que generan las explicaciones extensas que a menudo no logran el efecto deseado. Recuerda que la comunicación efectiva implica involucrar, no imponer. Al darles espacio para expresar sus ideas o sugerencias, les enseñamos que su voz es importante, fortaleciendo la relación y allanando el camino para conversaciones más profundas en el futuro.
En última instancia, al optar por un diálogo breve pero significativo, no solo evitamos abrumarlos, sino que también les demostramos que respetamos su tiempo y emociones, creando un entorno donde ambos pueden crecer juntos.
No asumas ni adivines: Este punto es clave en la comunicación efectiva con nuestros hijos: debemos permitirles expresar sus sentimientos y emociones sin hacer suposiciones. Muchas veces, como padres, tendemos a asumir cómo se sienten. Por ejemplo, cuando son bebés y lloran, a menudo decimos: "Parece que tienes hambre", o si los vemos inquietos, decimos: "Parece que estás aburrido". Aunque estas suposiciones son instintivas y naturales, es importante cambiar esa mentalidad y empezar a hacer preguntas en lugar de asumir sus emociones.
Y no, no se trata de esas preguntas típicas como: "¿Qué te pasa?" o "¿Estás triste?". La primera no es muy empática, y la segunda, al sugerir una respuesta, a menudo lleva a un simple "sí" o "no", lo que no fomenta una verdadera conexión. En lugar de esto, preguntas más abiertas que no lleven a una respuesta predefinida les dan la oportunidad de expresar lo que realmente sienten. Por ejemplo, en lugar de decir: "Parece que estás aburrido", podrías preguntar: "¿Cómo te sientes?" o "¿Qué crees que podríamos hacer para que te sientas mejor?". De esta manera, no solo evitamos hacer suposiciones, sino que también brindamos un espacio seguro para que se expresen.
En medio de una rabieta o un momento emocional difícil, en lugar de asumir lo que está ocurriendo, podrías decir algo como: "¿Cómo te sientes con esto?" o "¿Qué te hizo sentir de esa manera?". Estos pequeños cambios en nuestro lenguaje pueden marcar una gran diferencia porque invitan al niño a reflexionar y verbalizar sus emociones, lo que fortalece su inteligencia emocional y nuestra relación con ellos.
Al cambiar la forma en que nos comunicamos, no solo eliminamos las barreras de la suposición, sino que también enseñamos a nuestros hijos a identificar y manejar sus emociones, una habilidad que será valiosa a lo largo de toda su vida.
La comunicación con nuestros hijos no es simplemente una cuestión de palabras, sino de conexión. Aprender a comunicarnos en lugar de solo hablarles puede cambiar por completo la forma en que nuestros hijos interpretan nuestras palabras y acciones. Como mamá y enfermera, he aprendido que un lenguaje empático, preguntas abiertas y una guía amorosa son esenciales para fomentar una comunicación saludable y respetuosa. Esto no solo mejora nuestra relación con ellos en el presente, sino que también sienta las bases para una interacción fuerte y afectuosa en el futuro.
Si te gustaría aprender más sobre cómo manejar momentos específicos con tus hijos, como cuando están frustrados o ansiosos, no te pierdas nuestro próximo artículo: Cómo ayudar a tus hijos a manejar la frustración de manera efectiva.
Recuerda que la clave está en la comunicación, no en las órdenes ni en las suposiciones. ¡Empecemos hoy a practicar un lenguaje más consciente y empático con nuestros pequeños! |
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